¿Por qué en Perú no es posible un Nayib Bukele?

¿Por qué en Perú no es posible un Nayib Bukele?

El fenómeno Bukele en Latinoamérica se ha vuelto viral puesto que se ha presentado como el político más firme contra la delincuencia, un terrible mal que comparten los países de nuestra región y que puso en el ojo a Ecuador hace poco más de un mes. En Perú, se han considerado diversas fórmulas dentro de lo legal para poder ser más duros contra el crimen. Entonces, ¿por qué ningún presidente puede lograr una reelección ni siquiera mediante el populismo o promesas de campañas anticrimen?

Antes de entrar en el análisis, lo primero que debemos hacer es una distinción muy particular. Para efectos de este artículo, llamaré «autoridades» a los cargos del Poder Ejecutivo electos por sufragio, tales como presidente, vicepresidentes, gobernadores regionales y alcaldes. Esto es para diferenciar a los congresistas puesto que ellos pueden ser literalmente reelectos cambiando los números en las listas de candidatos aprovechando el voto por arrastre masivo del candidato a la presidencia y una precaria reforma electoral que los beneficia directamente.

Ahora, en el caso de Presidente no existe reeleción inmediata (en el mismo cargo), las demás autoridades locales son requeridas por la ley de que renuncien a su cargo al menos 6 meses antes de la siguiente elección. En ese sentido hemos tenido casos como el del ex alcalde de Lima Luis Castañeda quien en 2010 renunció a su cargo para postular a la presidencia, no ganó pero luego volvió en 2015 como alcalde de la ciudad por última vez. También tenemos a George Forsyth quien renunció a la alcaldía del distrito de La Victoria en Lima para postular a la presidencia en 2021, abandonando a su distrito en plena pandemia y ola de inseguridad, y obteniendo el mismo resultado negativo que Castañeda. En contraste, también hay casos exitosos como el de Francis Allison, que ya es alcalde por 5ta vez del distrito de Magdalena del Mar en Lima. También entendamos que la lucha contra el crimen no solo es tarea de la Policía Nacional a cargo del Estado, sino también del Serenazgo cuyo fin es velar por la seguridad ciudadana por encargo de las autoridades locales.

En la teoría el presidente salvadoreño no se ha resultado reelecto pues renunció a su cargo en noviembre del 2023, pero en la práctica sabemos que Bukele postuló a las elecciones con el aval del tribunal electoral de su país dejando a cargo a su cúpula de poder y volverá a retomarla cuando sea nuevamente proclamado. Arrasó gracias al apoyo popular, algo que en Perú no es posible debido a la polarización que practicamente divide a la población entre fujimoristas (y aliados) versus la izquierda. Parece que la lucha contra la delincuencia no es suficiente sustento (o pretexto) para que surga un Bukele en Perú, sería tachado de ultraderechista, tendría discursos populistas y sería comparado con un fujimorista más, sería básicamente el foco de ataque de la izquierda aliada al globalismo y las instituciones de derechos humanos que velan más por los criminales que por las víctimas de los mismos. Todo esto también porque no hay figuras políticas nuevas («outsiders»), sino que serían más de los mismos personajes que conocemos.

Después de analizar estos casos de emprendimientos políticos peruanos y los retos a los que se enfrenta una autoridad que busca la reelección, nos damos cuenta que el principal problema de las gobernantes en Perú no es que no puedan reelegirse: es que el pueblo no los quiere de vuelta. Aún recurriendo a la maniobra de la renuncia a tiempo para candidatear, para el momento de las nuevas elecciones su popularidad ya no es la misma o simplemente no logran el alcance que buscan, como Castañeda que fue básicamente un ícono en Lima pero poco conocido fuera de la capital. Sea como fuere, las autoridades están obligadas a levantar su porcentaje de aprobación, no solo con miras a una potencial candidatura, sino por lo más importante: cuidar su prestigio personal.

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