Tras el ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023 y la consiguiente respuesta israelí sobre la franja de Gaza, el debate político occidental se ha ido centrando en la responsabilidad de los países euroatlánticos en las atrocidades cometidas por Israel.  En países como Francia, Italia y Estados Unidos, jóvenes estudiantes han organizado manifestaciones y ocupaciones de universidades para protestar contra el «genocidio» palestino apoyado por Occidente, resaltando la naturaleza «colonial» del Estado judío.

La estrecha colaboración de Estados Unidos con Israel ha sido comparada con la guerra de Vietnam, viéndose ambas situaciones como ejercicios de dominación y brutalidad sobre pueblos del tercer mundo. Los jóvenes estadounidenses buscan que sus prestigiosas universidades rompan relaciones con empresas y universidades israelíes como forma de boicot contra Tel Aviv. El movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) busca de esta forma apoyar la autodeterminación palestina, análogamente a los movimientos pacifistas de los sesenta. En el imaginario colectivo, esas protestas fueron uno los factores que empujaron a la administración de Nixon a retirar sus tropas del país sudasiático.

Sin embargo, Gaza no es Vietnam. Mucho podría decirse acerca del «lobby israelí» en Estados Unidos, que muchos consideran el mayor factor que explica el apoyo bipartidista a Israel. Por otro lado, también debe mencionarse la importancia para Occidente de un bastión aliado en Oriente Medio, un área geopolíticamente turbulenta y en la cual los acuerdos con otros actores, como Arabia Saudita o Irak, suelen ser inestables y condicionales. Además, en un contexto de naciente multipolaridad, es peligroso para una gran potencia el ceder en algún aspecto de política exterior, ya que esto podría expresar debilidad frente a rivales con creciente asertividad internacional como Rusia y China.

Lo que yo considero, empero, un factor olvidado por el que Estados Unidos puede mantener su apoyo a Israel es la ausencia de tropas estadounidenses en Gaza. En todos los lugares en los que Estados Unidos mantiene soldados lo hace en pequeñas cantidades o usando mercenarios. Es sabido el impacto que tiene sobre la opinión pública los anuncios de muertes de soldados estadounidenses, como fue el caso de Irak y Afganistán, haciendo menguar el apoyo popular a las guerras libradas por Washington. En el caso de Vietnam, debe añadirse que gran parte del malestar percibido por la población se debió al reclutamiento obligatorio de los hombres mayores de edad, para una guerra que se consideraba sí injusta y brutal, pero también inútil para los intereses del ciudadano promedio. Respecto a todas estas guerras podemos sumar, a los cuestionamientos sobre la utilidad geopolítica y los costes materiales de los conflictos, la preocupación por la vida y los intereses de los ciudadanos como factores que impulsaron a las administraciones de Nixon, Obama, y Biden a terminar o moderar sus operaciones militares. En pocas palabras, Estados Unidos provee financiación y armamento a Israel, pero no está directamente involucrado en la guerra contra Hamás, por lo que la población estadounidense jamás sentirá el malestar que se vive en tiempos de guerra.

Esta situación puede compararse a la guerra que Rusia está librando en Ucrania. La “Operación especial” se ha realizado dependiendo sobre todo de los mercenarios de Wagner, recurriendo a una movilización parcial del ejército y tratando de minimizar el efecto de las sanciones económicas. El 75% de apoyo de los ciudadanos rusos a la guerra debe ser tomado con pinzas, pero es evidente que se cuenta por lo menos con la suficiente indiferencia generalizada como para que Moscú pueda librar una guerra de agresión sin enemistarse a su población.

Lo único que pondría fin a las atrocidades israelíes sería el retiro del apoyo económico y militar por parte de Occidente. Sin embargo, no solo estos países tienen mucho que ganar, geopolíticamente hablando, de la alianza con Israel, sino que jamás habrá suficiente impacto sobre sus propios ciudadanos (por ejemplo, a través de la televisación de las muertes de soldados estadounidenses) como para que la administración de Biden considere hacer otra cosa más que presionar, sin éxito, al gobierno de Netanyahu.

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